jueves, 7 de agosto de 2008

1er. Cuento corto

“La niña que estaba enojada con la VIDA”
Autor: Alejandro Acevedo Hernández.

Había una vez, en una ciudad tan común como la tuya o la mía, una niña que se había enojado con la VIDA, su enojo era tan grande que se notaba en cualquier cosa que hacía, por ejemplo cuando reía, reía enojada o cuando lloraba, su llanto era de rabia y coraje. Poco a poco y con el paso del tiempo se distanció de las personas que la querian, porque según ella, nadie comprendía su enojo. Había días que ni ella misma lo comprendía, eran esos días en los que pensaba que estaba de alguna manera enferma, que algo dentro de ella estaba roto y que no podría arreglarlo jamás, por eso estaba enojada con la VIDA, no importa que evento viviera malo o bueno, algo simplemente estaba mal y saber esto la hacia enojarse más.

Pensaba que la palabra "jamás" era una palabra dura, severa, nada esperanzadora. Ésta era la razón por la que creía firmemente que la ESPERANZA había huido para no dejarla ser felíz. Y así con el paso del tiempo, ella se quedó sola y uno de esos largos días la VIDA se le apareció, al principio no pareció reconocerla ya estaba acostumbrada a la soledad que encontrarse a alguien que se fijara en ella le pareció raro. Cuando la reconoció su mirada se llenó de odio pero no supo que decir o que hacer, en cambio la VIDA la observo por un instantes más y con mucha calma le habló.

“Querida niña, veo que estás enojada conmigo, no te culpo por ello, si mis acciones y los caminos por los que te he llevado te han lastimado, te ofrezco disculpas, solo quiero que entiendas que mi intención nunca ha sido causarte algún mal, simplemente esa es mi labor pero mis acciones y los caminos que recorremos están determinados por ti y por tus acciones, continúa con tu camino que yo haré lo propio.” Habiendo dicho esto y sin decir más palabras, la VIDA desapareció. La niña se quedó sola (como hacia ya tiempo) y en silencio pensando en cada palabra que había escuchado.

De pronto se encontró llorando pero no por el enojo o la rabia de no haberlo dicho nada a la VIDA. Lloraba porque había entendido que su enojo era contra sí misma, porque no había sabido perdonar sus errores, mismos que opacaban sus días felices. Se dio cuenta que estaba sola porque así lo había querido y siguió llorando no por autocompasión sino porque entendió que la VIDA le había respondido de una manera tan clara y sencilla que jamás había esperado. Fue entonces que decidió dejar de lado la actitud que la había llevado a vivir así y optó por caminar por una nueva vereda que le abrió la VIDA. Al final, la niña se reencontró con aquella felicidad que había olvidado, cabe aclarar que su vida era la misma, siguió teniendo momentos tristes, superó adversidades para tener momentos de alegría y todo era porque ella así lo había decidido. Jamás volvió a ver a la VIDA y a pesar de que le hubiera gustado agradecerle sabía que mientras ella siguiera recorriendo la vereda que le mostró aquel día, la VIDA tendría una razón de ser.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusto mucho amor! Eres una gran persona eso ni lo dudes si en siertos lados no te aprecian nimodo... Te Amo!!!! Eres el amor de mi vida.